Phil Johnson
Nehemías es a menudo considerado como un modelo ideal del liderazgo espiritual -y ciertamente lo es. Tenía todas las virtudes del buen liderazgo: era decisivo, bien organizado, un sabio observador de otras personas, un buen administrador y un jefe de proyecto habilidoso que sabía cómo hacer las cosas.
Tenía todos los requisitos bíblicos para el liderazgo espiritual: carácter piadoso, un testimonio coherente, un celo ardiente por el Señor, deseo de servir y un compromiso de honrar a Dios en todo lo que hizo. Por sobre todo, su vida de oración fue ejemplar. (Tal vez más que cualquier otro personaje en el Antiguo Testamento, Nehemías nos enseña cómo debería ser una vida de oración activa.)
Nehemías también tenía todos los rasgos masculinos relacionados en la Escritura con los hombres que son llamados a ser pastores y líderes entre el pueblo de Dios. Era apasionado, pero no impulsado por sus emociones; era un hombre muy trabajador, pero también entendía la importancia de delegar las tareas; y amaba a la gente, pero nunca se comprometió en cuestiones de principio.
Lo que a menudo se olvida acerca de Nehemías es que él es básicamente un modelo de liderazgo laico. Algunas de las lecciones clave de su vida y obra son de aplicación inmediata a los laicos, tal como lo son a pastores y maestros en la iglesia.
Nehemías no era un sacerdote, un escriba, un experto en la ley, un teólogo o profesor. Por lo que podemos decir de la Escritura, cuando Nehemías comenzó su ministerio en Jerusalén, nunca había sido un líder de ninguna clase. Al parecer, no tenía ningún entrenamiento especial para hacer lo que en última instancia hizo. Él era simplemente un modelo de trabajo duro, ministerio práctico y vida basada en principios.
Él es el epítome de lo que cada laico en la iglesia debe aspirar a ser. Y su liderazgo nos muestra cómo deberían ser todos los líderes espirituales.
Cuando nos encontramos con Nehemías en las páginas de la Escritura, él era un sirviente en el palacio del rey de Susa, en Persia - lejos de su patria, a la que nunca había visto.
Como siervo, él era muy importante. Pero este estatus especial entre los esclavos sin duda no le dio ninguna fama particular en Jerusalén. Era un siervo, no el jefe de nadie.
De hecho, en lo que concernía al pueblo de Dios en Jerusalén, estaban preocupados, Nehemías era un forastero y un recién llegado con vínculos directos con la cúpula gobernante de sus antiguos captores. Probablemente, eso incluso le hizo sospechoso en un principio.
Así que trabajó entre ellos como un laico y un compañero de trabajo. Y se ganó su respeto como líder sólo por servirles y por ser un ejemplo diligente de lo que todo el pueblo de Israel debía ser.
De este modo, resultó que su trabajo como esclavo fue su formación para el trabajo de su vida. Después de todo, la servidumbre es el mejor tipo de entrenamiento para el liderazgo espiritual, ya que Jesús dijo que todo verdadero líder debería ser un siervo (Marcos 10:44).
Nehemías es, pues, un recordatorio para nosotros de cómo Dios usa lo débil del mundo para llevar a cabo Su obra (1 Corintios 1:26-29).
La próxima vez que usted lea Nehemías, tenga esto en cuenta: este libro está lleno de lecciones valiosas para los laicos que quieren que sus vidas tengan importancia para el Señor.
Como alguien que ha sido técnicamente un laico durante la mayor parte de mi ministerio, me encanta este aspecto del mensaje de la vida de Nehemías. Él nos enseña que sin importar quién somos, sea cual fuere nuestro origen o formación y sea cual fuere nuestra posición en la vida, Dios nos ha dotado y nos ha llamado a que usemos nuestros dones como siervos. Si estamos dispuestos a servir, Él nos puede utilizar de una manera poderosa.
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