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Ahora esta mañana conforme llegamos al segundo capítulo de Efesios, le leí el capítulo, pero solo estamos viendo desde el versículo 11 hasta el 22. Y eso es mucho, entonces solo le voy a dar un panorama. Pero incluso antes de que lleguemos a eso, solo quiero decir al principio lo que está en mi corazón.

Creo que la iglesia recibe mucho abuso, y no estoy hablando de un edificio, sino que estoy hablando de la iglesia verdadera. Creo que es fácil ver a la iglesia como si fuera una institución humana y no ver la iglesia por lo que realmente es, es la casa de Dios. Es donde Dios vive—el Dios Trino vive, habita Su iglesia verdadera. Y creo que nos colocamos en peligro si no entendemos de manera plena eso porque la manera en la que tratamos a la iglesia es como tratamos la casa de Dios donde Dios vive. Y no estoy hablando de un edificio.

No creo que ninguno de ustedes, o ninguna otra persona que es un creyente verdadero en una iglesia, querría dañar las instalaciones de una iglesia, eso es bastante raro. Podría ser hecho por aquellos que odian a la iglesia, pero no aquellos que aman a la iglesia. Y aunque no la dañaríamos de alguna manera visible, la iglesia sufre mucho daño en ataques que quizás no sean tan visibles, pero incluso son más peligrosos y mortales.

Entonces lo que Pablo quiere que veamos en el pasaje frente a nosotros en este mañana es lo sagrado que es la iglesia—y estoy hablando de la iglesia viviente de Cristo, el pueblo de Dios. Usted recuerda que Jesús dijo que sería mejor para una persona que se ahogara en las profundidades del mar que ofender a una persona “que cree en Mí”. Ofender a otro creyente es ofender la casa de Dios. Creo que necesitamos entender eso de una manera fresca, y Pablo nos va a ayudar con eso.

Pero quiero comenzar de regreso en Segundo de Crónicas, lo cual está a una distancia larga de Efesios. Pero en Segundo de Crónicas tenemos el relato de Salomón, quien desea construir un templo para Dios como también un palacio para él mismo. Y el segundo capítulo abre con esto: “Determinó, pues, Salomón edificar casa al nombre de Jehová, y casa para su reino. Y designó Salomón setenta mil hombres que llevasen cargas, y ochenta mil hombres que cortasen en los montes, y tres mil seiscientos que los vigilasen.”

“Y envió a decir Salomón a Hiram rey de Tiro: Haz conmigo como hiciste con David mi padre, enviándole cedros para que edificara para sí casa en que morase. He aquí, yo tengo que edificar casa al nombre de Jehová mi Dios, para consagrársela, para quemar incienso aromático delante de él, y para la colocación continua de los panes de la proposición, y para holocaustos a mañana y tarde, en los días de reposo, nuevas lunas, y festividades de Jehová nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo en Israel. Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses.”

Y después él tiene este momento de realidad en el versículo 6: “Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa?” Cuando él acabó este templo allá en el sexto capítulo, Salomón tuvo una dedicación. Y él tuvo la misma respuesta, capítulo 6, versículo 18. Después de dedicar este gran templo, él dijo, “Mas ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que he edificado?” Él reconoce que Dios es infinito y realmente no puede ser contenido en una casa.

Entonces ¿en dónde quiere habitar Dios? Si Él desciende a la tierra, ¿en dónde preferiría estar Él? Isaías el profeta escribe esto en el capítulo 66: “Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies, ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel—aquí es donde Dios quiere habitar—aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra”. Ahí es donde Dios quiere habitar. Él quiere un hogar en el corazón. Él quiere un hogar en el corazón de aquellos que son humildes, penitentes, y obedientes a Su Palabra.

Usted regresa al Antiguo Testamento, y Dios descendió al huerto con Adán. Y después Su presencia descendió en el Tabernáculo conforme Israel estaba en el desierto. Y después Su presencia descendió en el Templo cuando el primer templo fue construido. Y Dios estaba permaneciendo con el pueblo de una manera simbólica por la gloria shekinah que apareció en el huerto y en el Tabernáculo y en el Templo.

Pero el profeta Ezequiel ve una escena, debido a la desobediencia de la nación Israel, en donde Dios parte, y de pronto la gloria de Dios sale del Templo, arriba y encima del Templo, y cruza el valle y hasta las montañas, y Dios se fue, e “Icabod” es escrito en Israel. Pero Dios regresó; Él regresó en la persona de Jesucristo. Juan 1:14, “Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Él era la gloria de Dios que regresó. Dios estaba viviendo en Cristo.

¿Pero qué hay acerca de ahora? ¿En dónde está el hogar de Dios? ¿Dónde vive Él? La respuesta simple a eso es que Él vive en Su pueblo redimido, la iglesia. El Nuevo Testamento lo dice claramente. Hebreos capítulo 3, versículo 6 dice que aquellos que retienen firme en fe en el evangelio son la casa de Dios, gobernados por Su Hijo. Hebreos 10:21 dice que el Señor Jesús es el “gran sacerdote sobre la casa de Dios”, la cual es la iglesia. Primera de Timoteo 3, la casa de Dios es llamada “la iglesia del Dios viviente”.

Y el apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, usó los pronombres plurales cuando él dijo esto: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros” colectivamente? Él dijo, “Porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. En su segunda carta él dijo, “Somos templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré en ellos”. Primera de Corintios 6:19, ese conocido versículo, “vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros.” El cuerpo de Cristo, la iglesia, es donde Dios vive. Juan dice en 1 de Juan 4:15, Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él”. Entonces Dios vive en todo creyente individual y, claro colectivamente, Él vive en Su iglesia.

Ahora con eso, quiero llevarlo a Efesios capítulo 2. Pero antes de que veamos el capítulo 2, el versículo final del capítulo 1 es muy importante. Cristo es identificado como el que fue resucitado de los muertos, en el versículo 20, el que ahora está sentado a la diestra de Dios, “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Cristo es el que ha sometido todo bajo Sus pies. Cristo es el que es cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, y después versículo 23, la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”.

La realidad distintiva de la iglesia verdadera de Jesucristo es que Cristo vive en Su iglesia. Pablo dice en el capítulo 3 de Efesios, versículo 17, que Cristo vive en nosotros por fe. Entonces como individuos poseemos el Espíritu de Cristo. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo”. Romanos 8 dice.

Pero colectivamente somos la casa de Dios, y ese es el punto que Pablo está presentando en el capítulo 2 en nuestro texto, versículos 11 al 22, el cual solo vamos a ver de manera panorámica. Pero observe el versículo 22, ustedes están siendo juntamente edificados para morada de Dios, ustedes están siendo juntamente edificados para morada de Dios. Ustedes son la casa de Dios. Esta unión que tenemos con Cristo, y como consecuencia unos con otros, forma el santuario donde Dios vive. Y de nuevo, no estoy hablando de un edificio, estoy hablando del pueblo colectivo de Dios en quien el Espíritu de Dios vive, en quien Cristo vive, y en quien el Padre ha establecido Su hogar.

Esta es la iglesia. Es la casa de Dios. Y lo vuelvo a decir, no es probable que alguien que es un creyente verdadero quiera dañar la propiedad que la iglesia posee, pero con qué rapidez la gente daña la casa de Dios de una manera espiritual. La iglesia verdadera de Dios, el santuario del Espíritu Santo, realmente es el—es el ojo de la tormenta, es el lugar de calma de rectitud moral en medio del desastre impío.

El mensaje del apóstol Pablo aquí es la unidad de la iglesia, comenzando en el versículo 11 hasta el versículo 22. Él está llamando a que el judío y el gentil se unan. Y como vimos la última vez, esto no fue fácil porque tenían siglos y milenios de hostilidad entre judíos y gentiles—no definidos étnicamente, pero definidos religiosamente. Los judíos eran los creyentes en el Dios verdadero, y los gentiles eran los blasfemos que rechazaban al Dios verdadero. Ellos sabían que todo el mundo de gentiles violaba el primer mandamiento, “Amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente, y fuerzas”. Sabían que el mundo gentil violaba el Shemá: que Dios es uno; que solo hay un Dios, y que es el único Dios vivo y verdadero.

Entonces vieron al mundo gentil como blasfemos. Dios los había escogido a ellos y les había dado Su ley y Su Palabra y Sus profetas y Sus sacerdotes y Sus bendiciones—no como un fin en sí mismo, sino como un medio para un fin, para que ellos, habiendo conocido al Dios verdadero como se reveló a Sí mismo a ellos, pudieran entonces declararlo al mundo. Fueron escogidos como una nación misionera. Pero como sabemos, en lugar de ser compasivos hacia las naciones que los rodeaban, fueron odiosos y hostiles. Y a lo largo de los siglos los judíos y los gentiles se odiaron entre sí. Y era mutuo, como lo señalamos la última vez; no voy a regresar a eso. Debido a que los judíos habían rechazado a los gentiles, los gentiles respondieron y rechazaron a los judíos.

Ahora el apóstol Pablo tiene que tratar con esto, porque desde el Día de Pentecostés, usted recordará que, en el Día de Pentecostés, en Hechos 2, tres mil judíos se convirtieron a Cristo. Unos cuantos días más tarde cinco mil hombres más se convirtieron a Cristo. Y usted probablemente tiene veinte a veinticinco mil personas que están establecidas como la iglesia original, pero no son gentiles. Esto en cierta manera encaja con la expectativa judía de que cuando el Mesías viniera y trajera salvación, vendría a los judíos y no a los gentiles, y Él elevaría a los judíos a un lugar de prominencia en el mundo, y Él destruiría a todos los blasfemos y a todos los gentiles.

Pero eso no es lo que pasó. En el libro de los Hechos tenemos la historia de un hombre llamado Saulo, que perseguía cristianos—cristianos judíos. El Señor lo salva en el Camino a Damasco y lo llama a llevar el evangelio, de todas las personas, a los gentiles. Y él va a los gentiles en su primer viaje misionero; y a donde él va, el evangelio va; y a dónde va el evangelio, Dios salva a gentiles. Y eventualmente él tiene que regresar, y él tiene que darle un reporte a los judíos y a los líderes de la iglesia en Jerusalén, y es en Hechos 15 que esa ocasión es descrita; y le voy a contar la historia simplemente al leer una parte de Hechos 15.

Versículo 1: algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Eso es bastante directo. Los gentiles no pueden ser salvos. Pueden ser circuncidados y después salvos; en otras palabras, por lo menos usted tiene que ser prosélito del judaísmo antes de que pueda encontrar una puerta al reino de la salvación. Estaban tratando de imponerles las leyes no morales, no espirituales, las tradiciones del judaísmo—lo externo.

“Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y ancianos, para tratar esta cuestión”. Esta era una cuestión tan importante—aceptar a gentiles como parte del reino de Dios, parte de la iglesia de Jesucristo—no la pudieron resolver ni siquiera en una discusión con Pablo y Bernabé; tuvo que ir a Jerusalén.

“Ellos pues habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos”. La gente en general estaba contenta por esto. “Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, estos son los legalistas, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés”. No pueden ir del judaísmo al reino, no pueden ir de la religión gentil al reino, tienen que pasar por el judaísmo.

Entonces el versículo 6 dice, “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen”—y él está hablando del primer convertido gentil, atrás en el capítulo 10 cuando él fue a predicar el evangelio al centurión llamado Cornelio.

“Y Dios, versículo 8, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” Ni siquiera nosotros hemos podido llevar todos estos detalles externos, ¿por qué imponérselos? Versículo 11, Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos”—solo hay un camino de salvación para el judío y el gentil. “Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles”.

Los judíos tenían tanta animosidad hacia los gentiles que esto creó hostilidad terrible a lo largo de la historia, e incluso en la iglesia. Esta es hostilidad del tipo más épico porque es la acumulación de milenios de odio. Y el apóstol Pablo y los predicadores del Nuevo Testamento tuvieron que tratar con ella; y entonces Pablo trata con ella.

Vea el versículo 11. Ahora él le está hablando a los gentiles, y él va a decir, “Sé que los judíos lo han hecho difícil para ustedes; no quiero que les devuelvan eso, ¿muy bien? No quiero que su hostilidad les sea devuelta a ellos; esto tiene que terminar. “Por tanto, acordaos, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.”

Acordaos, “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Antes de que ustedes dividan a la iglesia al enojarse contra los judíos, recuerden el foso del que fueron sacados”.

Digo, esta es una buena exhortación para todos nosotros. Antes de que se vuelvan divisivos en la iglesia por cualquier cosa, ciertamente cualquier asunto racial, más vale que recuerden el foso del que ustedes han sido sacados. El hecho de que ustedes incluso están en la iglesia es la obra de Dios. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús”.

Usted podría decir que la hostilidad se había reducido a sí misma a una palabra, a un epíteto que un judío podía aventarle a un gentil y un gentil podría devolvérselo a un judío en el versículo 11, ustedes eran llamados incircuncisión. Así les gustaba a los judíos llamar a los gentiles como un término peyorativo: Tú gentil incircunciso. Tenían en cierta manera un buen texto del Antiguo Testamento para apoyar ese tipo de palabras, porque cuando David salió a pelear contra Goliat en 1o. de Samuel 17, ¿se acuerda lo que David dijo? “¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” Tenía que incluir el adjetivo “incircunciso” ahí. Eso simplemente era una manera desagradable de identificar a un gentil—aunque los gentiles llamaban a los judíos “circuncidados”, y los reducían a eso.

Esto es insultos acerca de la presencia o ausencia de una señal quirúrgica. Usted podría decir, Bueno, ¿para qué era la circuncisión? Tenía dos funciones. Una era simbólica. La circuncisión era el símbolo de Dios del hecho de que la gente es pecaminosa, y son pecaminosas a un nivel tan profundo que solo pueden transmitir pecado a la generación subsecuente. Nada define la profundidad y la amplitud y altura y longitud de la pecaminosidad humana como procrear hijos.

Adivine qué, usted podría pensar que es usted es una buena persona—usted solo va a producir pecadores pequeños. La circuncisión era una manera de identificar el hecho de que el pecado estaba incrustado tan profundamente en la vida humana que lo único que los pecadores podían hacer era producir más pecadores; y necesitaba que se les hiciera una cirugía en el corazón debido a ese pecado. Pero la circuncisión también tenía una segunda función en el judaísmo, y era una manera de proteger al pueblo judío de muchas enfermedades que eran transmitidas por personas no circuncidadas.

Entonces Dios estaba preservando a Su pueblo para el cumplimiento de Su plan y promesa.

Pero eso se volvió el epíteto que era usado por judío y gentil, para reducir la hostilidad de ellos a insultos. Y Pablo dice incluso la circuncisión, dice él, no es nada. Versículo 11, dice es hecha con mano en la carne. Solo es un símbolo externo. Y después a los gentiles él dice, “Mientras que ustedes podrían ser tentados a usar este epíteto, o podrían ser tentados a ser hostiles hacia los gentiles, y él le está hablando a la iglesia, podrían ser tentados a ser hostiles hacia los creyentes gentiles. Y los creyentes gentiles podrían ser tentados a ser hostiles hacia los creyentes judíos”, porque esa hostilidad estaba tan incrustada por tanto tiempo. “Ustedes gentiles necesitan aceptar que no van a hacer eso”.

¿Cómo hace usted eso? Versículo 12, al recordar que “en aquel tiempo”, ustedes en el pasado, estaban no solo lo que dijo en el versículo 1, estaban muertos en delitos y pecados, no solo anduvieron siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, no solo viviendo en los deseos de nuestra carne y los pensamientos, no solo hijos de ira. Sino que en aquel tiempo estabais sin Cristo. Sin Cristo, separados de Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel. Básicamente ustedes estaban sin estado. Eran refugiados, ajenos a los pactos de la promesa. Ustedes no tenían pactos; no tenían promesas de Dios. Ustedes estaban sin esperanza—ustedes no tenían esperanza futura, y estaban sin Dios. Ustedes tenían muchos dioses, pero no tenían Dios.

Entonces lo que él está diciendo en la base de esto es un argumento muy profundo: si ustedes van a causar división en una iglesia, quizás necesitan recordar de qué vinieron. Antes de que adopten una postura soberbia y dañen el santuario del Dios vivo, y dañen a Su iglesia redimida, quizás deberían recordar lo que eran: Sin Cristo.

Salidos del paganismo no había salvador, no había mesías. Esto es religión del mundo; esto es idolatría antigua. Sin esperanza mesiánica, sin libertador, sin salvador. No hay salvador en el islam. Piénselo. No hay redentor en el islam—millones de personas sin redentor. Los judíos, ellos vivían en una realidad lineal. Todo estaba avanzando por la línea hasta la llegada del Salvador, el Mesías. El resto de la gente en el paganismo antiguo vivía en una perspectiva cíclica de la vida.

Ellos no tenían salvador, adoraban ídolos que no existían. Los estoicos tenían la noción de que de alguna manera hay un fuego que aprieta el botón de inicio. y el ciclo de la vida vuelve a comenzar. La vida, para la gente de la antigüedad era una caminadora, usted sigue caminando, pero nunca va más allá del lugar donde usted comenzó. Pero para los judíos había historia lineal; se estaba moviendo hacia la llegada del Mesías. Los gentiles no tenían dicha esperanza.

Y, en segundo lugar, no tenían estado. Estaban excluidos de la ciudadanía de un pueblo que era bendito. Israel era bendito: “A vosotros solamente he conocido o escogido de toda la tierra”, Dios dice en Amós 3:2. En Isaías 63 hay una porción maravillosa de la Escritura que habla de la bendición única que Dios le ha dado a Israel. Isaías 63:7, “De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que Jehová nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades.”

Versículo 8, “Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son.” Y fue su Salvador. En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad”. De Egipto a la tierra prometida. Liberación continua, aunque se rebelaron y entristecieron a Su Espíritu Santo. Y Pablo dice en Romanos 9 que se les dio la ley y los profetas y los pactos y el Mesías. Significaba todo ser parte del reino de Israel; ese era el lugar donde Dios había derramado Su revelación divina.

Los gentiles no tenían estado, no tenían pactos, eran ajenos a los pactos de la promesa—¿qué significa eso? Que a los judíos se les había dado el pacto de Moisés y el pacto dado a David. Se les había entregado un Nuevo Pacto que vino a los profetas, un pacto de salvación. Dios había hecho promesas sorprendentes a Israel, promesas que estarían en la tierra algún día, promesas de salvación nacional, promesas de un reino—y todos los elementos y características de ese reino están presentados por los profetas. Los gentiles no tenían nada de eso: no había salvador, no había favor especial como nación, no había promesas de Dios.

Después él dice, “sin esperanza”. Ustedes no tienen esperanza. No hay nada a lo que se puedan aferrar que diga que para ustedes viene un futuro mejor. La esperanza está basada en promesa creíble de alguien que puede cumplir. En el día de Pablo, el mundo gentil creía que no había futuro para el cuerpo, el cual solo es la cárcel para el alma; y en la muerte y el respiro final, o por una herida abierta, el alma se iba al Hades, en donde los muertos se lamentaban por su existencia sin consuelo.

Uno de los escritores, Theognis, dijo, “Me regocijo y disfruto en mi juventud—y quiso decir eso en un sentido inmoral—me regocijo y disfruto en mi juventud. Será bastante que estaré debajo de la tierra, desposeído de vida, sin voz como piedra, y dejaré la luz del sol que amaba, a pesar de que soy un buen hombre, y no veré nada más”, simplemente sin esperanza. Los himnos homéricos incluyen a las musas cantando del regalo sin muerte de los dioses, y las tristezas de los hombres que, a diferencia de los dioses, vivirán en la nada. Nada de esperanza. Y finalmente, sin Dios: Tienen muchos dioses, pero ningún Dios verdadero.

Ahora mire, si usted es un creyente, usted ahora tiene un Salvador, un Mesías. Usted tiene un reino al cual usted pertenece—el reino de Él. Usted tiene promesas, usted tiene esperanza, y usted tiene a Dios. Y lo que él les está diciendo es, “Miren, la iglesia es la unión de judío y gentil en uno”. Ustedes necesitan recordar, antes de que dañen esa unidad, la gracia de Dios que lo recogió a ustedes y los sacó del estado en el que estaban, al reino santo de Dios.

Entonces usted ve en los versículos 11 y 12 el alejamiento. Pero el versículo 13 hace un gran cambio, un cambio muy grande: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo—la sangre de Cristo los acercó.” Lejos era como se hacía referencia a los gentiles porque Jerusalén estaba donde el Templo estaba, y los judíos estaban en Israel y cerca de Jerusalén. Se hablaba de ellos en el Antiguo Testamento como estando cercanos; y se hablaba de los gentiles como estando alejados, alejados.

Y entonces Pablo les dice, “No hay lugar para la hostilidad hacia os judíos, aunque los persiguieron a ustedes, o, aunque fueron hostiles hacia ustedes en el pasado, porque ahora han sido hechos cercanos. Ya no están lejos”. Eso lenguaje del Antiguo Testamento: “Habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. Esa es una realidad increíblemente importante.

Versículo 14, “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación”. Ya no hay nada que nos separe. Y, por cierto, el templo judío era un lugar de separación. Había un patio de los gentiles y un patio de las mujeres, después estaba el patio de los sacerdotes, y después estaba el patio interior donde se hacían los sacrificios, y después estaba el Lugar Santo, y después estaba el Lugar santísimo. Y todo estaba separado por paredes.

Y el único lugar al que los gentiles podían ir era el patio de los gentiles, en el perímetro lejano afuera, y que un gentil se acercara más que eso era algo serio. Encontramos eso en Hechos 21, cuando Pablo fue acusado de traer a Trófimo, quien era un gentil, más allá de la pared. Entonces los judíos todavía estaban jugando con tratar de mantener afuera a los gentiles, aunque eran uno en Cristo. Y Pablo está diciendo, “Los judíos no deberían estar haciendo eso, pero tampoco ustedes gentiles deberían seguir con esa hostilidad y devolverla”.

Hay una historia maravillosa en Francia en la Segunda Guerra Mundial. Algunos de nuestros soldados estadounidenses tenían un amigo que había sido matado. Y vieron un cementerio local, y entonces querían enterrarlo en ese cementerio local. Se detuvieron junto a la iglesia, y hablaron con el sacerdote, y dijeron, ¿Podemos enterrar a nuestro amigo aquí? El sacerdote dijo, ¿Es católico? y ellos dijeron, No, él no es católico. Entonces el sacerdote dijo, No, él no puede ser enterrado aquí.

Bueno a pesar de lo desanimados que estaban esos soldados, dieron el siguiente paso de lo que podían hacer—ellos encontraron un lugar justo afuera de la reja del cementerio, y lo enterraron ahí. A la mañana siguiente regresaron para rendir su homenaje final, y no pudieron encontrar la tumba. Encontraron al sacerdote y dijeron, Enterramos a nuestro amigo justo afuera de la reja, no podemos encontrar la tumba. El sacerdote dijo, Bueno, en la primera parte de la noche me quedé despierto, lamentando lo que les dije; la segunda parte la pasé moviendo la reja”. Cristo movió la reja. Él siempre mueve la reja para incluir a todos los que son de Él.

El lejos de pronto se volvió cercano. La iglesia es una. Esta es nuestra identidad en Cristo. Olviden las identidades étnicas, olviden cualquier otra identidad; Cristo hizo esto. En ese sentido, versículo 14, Él es nuestra paz. Él es el que trajo paz. ¿Qué quieres decir con que Él es nuestra paz? ¿Cómo puede una persona ser paz? Porque Él es el que proveyó el sacrificio por el pecado que nos trajo a Él mismo, y lo proveyó para judío y gentil.

Cuando un judío cree en el Señor Jesucristo, él pierde su distinción nacional. Cuando un gentil cree en el Señor Jesucristo, él pierde su identidad étnica. Y todos somos uno en Cristo, ¿verdad? Todos somos bendecidos, y Cristo es nuestra paz. de ambos pueblos, versículo 14, hizo uno, derribando la pared intermedia de separación. Él derribó todas esas paredes que separaban, tan simbólico en el Templo.

Pero había más. ¿Cómo lo hizo, cómo es que Él hizo dos grupos en uno? Derribando la pared intermedia de separación, y versículo 15, aboliendo en su carne las enemistades. Él abolió el odio, eso es lo que enemistades significa—usado otra vez al final del versículo 16.

Lo que causó la hostilidad fue la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, no ley moral. La ley moral nunca cambia. La ley espiritual nunca cambia. Pero fueron todos esos aspectos externos que una vez fueron dados por Dios para mantener a Israel apartada, para que no pudieran interactuar fácilmente con los paganos y después se contaminaran—cuando debían estar apartados, santificados como un testimonio del Dios verdadero, y evangelizar a las naciones desde el punto de visto de un testimonio no corrupto.

Pero Israel había fracasado en cumplir su misión, y ahora Dios estaba formando un pueblo nuevo. Y ya no habría más identificadores externos, iban a ser aquellos que están en Cristo, fueran judío o gentil. Entonces la abolición de todas las distinciones judías externas—y los dos son un nuevo hombre. Cristo es nuestra paz, versículo 15. Cristo establece la paz. Y después en el versículo 17, Él vino y anunció paz. El versículo 16 dice que mediante la cruz Él reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, y después, matando en ella las enemistades.

Esta es la barrera humana más severa, quizás en la historia, y tenía que ser eliminada en Cristo, y lo fue. ¿Por qué? Porque la nueva humanidad, la nueva humanidad es habitada por Dios. Vea el versículo 18: “Por medio de él,” esto es Cristo, “los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos”.

De pronto, usted no tenía un reino, ahora tiene un reino; usted no tenía una familia, ahora tiene una familia, usted no tenía una casa con Dios, ahora está usted en la casa de Dios. Y la casa de Dios fue edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, no tanto que ellos eran el fundamento, sino que ellos colocaron el fundamento, que era la doctrina de los apóstoles. Y la principal piedra del ángulo fue ningún otro que Cristo Mismo, quien estableció todos los ángulos.

El lugar donde vive Dios es la iglesia, edificada sobre una doctrina apostólica, la verdad divina revelada en la Escritura. Jesucristo mismo es la principal piedra del ángulo, y a partir de Él todas las líneas corren para dar simetría al edificio; y todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. Y después esto: “en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.

La cruz es la respuesta de Dios a la discriminación racial. Es la respuesta de Dios a la segregación. Es la respuesta de Dios al apartheid. Es la respuesta de Dios a la guerra. Es la respuesta de Dios al antisemitismo, hiper-nacionalismo, intolerancia, y toda forma de disensión. Cristo es nuestra paz. Él hizo paz; Él predicó paz; Él nos reconcilió. Él nos dio acceso a Dios Padre, Dios Espíritu y consigo mismo—Dios Hijo. Y nosotros nos hemos vuelto la morada de Dios—me encanta eso en el versículo 22. Dios vive en Su pueblo.

Necesitamos ser muy cuidadosos en cómo nos tratamos unos a otros, porque somos el templo de Dios. Cualquier creyente que viene a usted trae a Cristo con él o ella. La manera en la que usted trata a otro creyente es como usted trata a Cristo; la manera en la que usted trate a la iglesia es como usted lo trata a Él porque Él habita en Su iglesia. La iglesia fue diseñada por el Señor para ser una. Jesús oró en Juan 17 que el Padre nos hiciera uno. Él nos hizo uno, espiritualmente. Necesitamos ser uno en términos de nuestra vida juntos.

Ahí en el capítulo 4, conforme cerramos, hay algo de instrucción práctica. Capítulo 4: “Yo, Pablo,” versículo 1, “preso en el Señor, os ruego”—ahora les voy a decir cómo responder prácticamente. “Quiero que caminen como es digno de la vocación con que fuisteis llamados. Así es como deben ser, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”, versículo 3, “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Eso simplemente es sorprendente, ¿no es cierto? Salomón no podía construir una casa que podía contener a Dios, sin embargo, Dios vive en Su pueblo redimido. Este es un privilegio masivo, incomprensible.

Y junto con ese mismo privilegio viene una gran responsabilidad. Usted probablemente sabe esto por ahora, pero yo soy un protector de la iglesia por llamado. Eso es parte de estar en el ministerio—no solo es predicar y enseñar, sino ser el protector de la iglesia. Hemos tratado a lo largo de este año pasado, en circunstancias excepcionales, de proteger a esta iglesia porque esta es la iglesia de Cristo, y aquí es donde Dios vive. Y Dios nos ha capacitado para continuar protegiendo a la iglesia, y la iglesia ha prosperado. Siempre rompe mi corazón cuando una iglesia está bajo ataque por parte de personas que quieren destruir la integridad de su unidad espiritual y el vínculo de la paz.

Hemos visto un tiempo cuando muchas iglesias fueron fracturadas. La gente se dividió por todo lo que usted puede pensar; y usted sabe lo que era—si cumplían o no con los mandatos, tapabocas, y ahora con vacunas. Lo que sea, el enemigo va usar cualquier cosa para dividir la iglesia, discutir por asuntos. Debemos recordar que solo estamos en la iglesia por gracia, ¿correcto? El Señor nos salvó y nos colocó en la iglesia; y Él vive en esta iglesia. Y necesitamos ser los protectores de Su honor y Su gloria en la iglesia. Oremos.

Padre, te agradecemos por Tu Palabra para nosotros. Es claro lo que Tú estás pidiendo: que mantengamos la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, que nos amemos unos a otros, que nunca permitamos que nada entre a través de la soberbia o el egoísmo o la división, disensión—porque esto difama Tu nombre, esto daña a Tu iglesia. Gracias, Señor, De todas las cosas que has hecho en el año pasado, has protegido nuestra unidad de maneras increíbles en un tiempo cuando ha habido tanta disensión. Y hemos disfrutado del amor dulce y la paz y gozo que Tú deseas para la casa en la que Tú habitas, y Tú nos has bendecido. Y te agradecemos. Mantennos fieles, oramos en el nombre de nuestro Salvador. Amén.

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